
Escribir es mi cable a tierra, es expresar con palabras lo que siento. Es un modo de liberación porque una parte del dolor queda en la hoja y no vuelve.
Las palabras son sabias, tienen su peso y el hecho de ver escrito mi padecer hace que parezca ajeno.
Se dice que a las palabras se las lleva el viento. Hoy descubrí que no es así; la palabra escrita es eterna, es un pagaré del tiempo.
En cambio, la palabra oral vuela; así como sale de la boca y atraviesa el espacio pudiendo ser mal escuchada, también se pierde en los pasillos de la memoria.
Las palabras articulan promesas que solo mueren cuando se cumplen. Mientras tanto si quedan congeladas, en "stand by" u olvidadas es una mera traición. Y la palabra tiene peso, propio y de quien la emana.
Desvalorarlas o quitarles su esencia es cometer uno de los peores delitos.
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